jueves, 16 de abril de 2015

Dios nos acepta tal como somos



Dios nos acepta tal como somos
MATEO 16:24 ENTONCES JESUS DIJO A SUS DISCIPULOS: SI ALGUNO QUIERE VENIR EN POS DE MI, NIEGUESE A SI MISMO, Y TOME SU CRUZ, Y SIGAME.
Negarse a sí mismo es aceptar la voluntad de Dios en mi vida, y tomar cada día mis cargas, mis responsabilidades, mis deberes y hacerlos, pero para la gloria de Dios, hacer las cosas con excelencia.
Una vez un hombre considero que la cruz que cargaba era muy pesada, así que pidió a Dios que le cambiara la cruz; Jesús lo llevó a un lugar donde habían muchas cruces y le dijo: hijo toma la cruz que más te acomode.
El hombre comenzó  a medirse las cruces que habían en el lugar, algunas eran aún más pesadas, otras tenían espinas y otras no le ajustaban, pero en un rincón encontró una que le quedaba a la medida, era cómoda y fácil de cargar; así que le dijo a Jesús, ves, esta es la cruz que voy a llevar.
Jesús lo miró y dijo: hijo mío esta es la cruz que has traído.
Muchas veces en el caminar diario de nuestras vidas creemos que nuestras cargas son muchas y queremos soltar todo, o vemos que los demás van más ligeros y envidiamos su cruz, pero Dios nos ha dado la carga justa a cada quien.

Jesús nos invita a descansar en él, a llevar su yugo que es fácil y ligero
MATEO 11:28-30 VENID A MI TODOS LOS QUE ESTAIS TRABAJADOS Y CARGADOS, Y YO OS HARE DESCANSAR…. LLEVAD MI YUGO SOBRE VOSOTROS, Y APRENDED DE MI, QUE SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZON; Y HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS;…PORQUE MI YUGO ES FACIL, Y LIGERA MI CARGA.
Todos nosotros estamos cansados de buscar en el mundo todo aquello que nos llene, que nos complemente, buscamos trabajos, profesiones, hobbies, novi@s, maridos, esposas, etc.
Pero seguimos vacíos, porque la una cosa que nos puede complementar es Cristo Jesús.
Él puede dar descanso a nuestras almas, su carga es ligera solo tiene dos mandamientos amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a mí mismo, si seguimos estos mandamientos los demás se complementan día a día, porque al amar a Dios buscamos el no desobedecer y al amar al prójimo buscamos el bien común.

viernes, 6 de junio de 2014

La Realidad Objetiva del Cambio Educativo



LA REALIDAD OBJETIVA DEL CAMBIO EDUCATIVO

Las personas no siempre entienden la natura­leza o ramificaciones de la mayoría de los cam­bios educativos. Se ven envueltas en el cambio voluntaria o involuntariamente y, en cualquier caso, experimentan ambivalencia acerca de su significado, forma o consecuencias. He conclui­do que hay una serie de elementos en juego; cambios en objetivos, aptitudes, filosofía o con­vicciones, conducta y otros. Subjetivamente, estos aspectos diferentes se experimentan en una for­ma difusa e incoherente. Es frecuente que no se conciba el cambio como multidimensional. Ob­jetivamente, cabe la posibilidad de aclarar el sig­nificado de un cambio educativo con la identifi­cación y descripción de sus principales dimen­siones separadas. La ignorancia de esas di­mensiones explica una serie de fenómenos inte­resantes en el campo del cambio educativo; por ejemplo, por qué algunas personas aceptan una innovación que no entienden; por qué se ponen en práctica algunos aspectos del cambio y otros no; y por qué las estrategias del cambio descui­dan ciertos componentes esenciales.

El concepto de realidad objetiva es engaño­so (véase Berger y Luckmann, 1967). Son los individuos y los grupos quienes siempre definen la realidad. Pero los individuos y los grupos in­teractúan para producir fenómenos sociales (constituciones, leyes, políticas, programas de cambio educativo), los cuales existen en el exterior de cualquier individuo determinado.

Existe, asimismo, el peligro de que la realidad objetiva sólo sea un reflejo de los productores del cambio y, por tanto, una versión glorificada de sus conceptos subjetivos. Como puntualizan Berger y Luckmann (1967), podemos restarle importancia al problema siguiendo la práctica de formular preguntas dobles: “¿cuál es el con­cepto existente de realidad en un punto deter­minado?", seguida rápidamente por "¿según quién?" Con esta advertencia en mente, me gustaría abordar ahora la posibilidad de definir el cambio educativo.

¿Qué es el cambio en la práctica?

La realización del cambio educativo implica "cambio en la práctica", pero, ¿qué significa esto exactamente? Si bien el cambio en la prác­tica puede ocurrir en muchos niveles -el maes­tro, la escuela, el distrito escolar y otros -, usará como ejemplo el nivel de salón  de clases o el nivel del maestro, dado que esta referencia es la más cercana a la instrucción y al aprendiza­je. Cuando preguntamos cuáles aspectos de la práctica actual se alterarían, en caso de que se efectuaran determinados cambios educativos, empieza a aparecer la complejidad de definir y lograr el cambio real; la dificultad consiste en que el cambio educativo no es una sola entidad, aun si restringimos el análisis al nivel más simple de una innovación en un salón de clases. La innovación es multidimensional.

En la realiza­ción de cualquier programa o política nuevos, entran en juego por lo menos tres componen­tes: a) el posible uso de materiales nuevos o revisados (recursos instructivos directos, como materiales o tecnologías para el currículo); b) el posible uso de nuevos sistemas de enseñanza (es decir, nuevas estrategias o actividades de enseñanza); y las posibles alteraciones de las convicciones (por ejemplo, los supuestos y teo­rías pedagógicos que fundamentan nuevas políticas o programas particulares).[1]

Los tres aspectos del cambio, son necesarios, ya que juntos, representan los medios para alcanzar un objetivo o conjunto de objetivos educativos particulares. El éxito o el fracaso en el alcance del objetivo es otra cuestión que de­pende de la calidad y de lo apropiado del cam­bio para la tarea en puerta. Insisto en la lógica de que el cambio tiene que ocurrir en la prácti­ca, junto con las tres dimensiones, para que ten­ga la posibilidad de afectar el resultado. Como lo exponen Charters y Jones (1973), si no pres­tamos una cuidadosa atención a verificar si real­mente ha ocurrido el cambio en la práctica, corremos el "riesgo de evaluar hechos que no han ocurrido". Es evidente que cualquier individuo puede poner en práctica una, dos o las tres dimensio­nes, o bien, puede no realzar ninguna. Un maes­tro podría utilizar materiales o tecnologías nue­vos para el currículo, sin alterar el sistema de enseñanza o podría usar los materiales y alterar algunas conductas de la enseñanza, sin com­prender completamente los conceptos o convicciones que fundamentan el cambio.

Antes de que veamos algunos ejemplos de las dimensiones, deben señalarse tres dificul­tades. Primera, cuando se identifican los tres aspectos del cambio, no se infiere quién elabo­ra los materiales, define los sistemas de enseñanza y decide acerca de las convicciones. Si lo anterior está a cargo de un autor externo del currículo o de un grupo de maestros, es una cuestión que aun no se ha resuelto. Segundo, y relacionada en parte con la anterior, a través de la literatura sobre el cambio educativo aparecen continuamente un dilema y una tensión en los cuales son evidentes dos énfa­sis o perspectivas diferentes, la perspectiva de la fidelidad y la perspectiva de adaptación  mutua o evolutiva. La posición de fidelidad al cambio, como su nombre lo indica, se basa en el supues­to de que ya existe una innovación preparada y la tarea consiste en que los individuos y los grupos de individuos la apliquen fielmente en la práctica; es decir, que se use "como se supone que se debe usar", como fue la intención del autor. La perspectiva de adaptación mutua o evolutiva subraya que el cambio, con frecuencia, es (y debe ser) un resultado de adaptaciones y decisiones que toman los usuarios mientras tra­bajan con nuevas políticas y programas particu­lares, siendo la política o programa y la situación del usuario, lo que determine mutuamente el resultado.[2]

Tercera, podemos ver que es muy difícil definir, de una vez por todas y con exacti­tud, cuáles son las dimensiones objetivas del cambio con respecto a los materiales, sistema de enseñanza y convicciones, debido a que pueden transformarse, elaborarse más o alterarse de otra forma durante la puesta en práctica (ésta es, en efecto, la esencia de la perspectiva evolutiva). No obstante, es útil la conceptualización del cambio (con el fin de definirlo en el tiempo) en términos de las tres dimensiones. Algunos ejem­plos explican este punto. Cuando se consideran los ejemplos, debe reconocerse que las innovaciones o programas individuales varían en cuanto a si imponen un cambio significativo en las tres dimensiones, en relación con las prácticas actuales de grupos particulares de individuos; pero yo sugiero que la mayoría de las innovaciones educativas exis­tentes en el campo, implican cambios sustancia­les con respecto a estos criterios. De hecho, las innovaciones que no incluyen transformacio­nes en estas dimensiones, es probable que no sean cambios significativos. Por ejemplo, el uso de un libro de texto o de materiales nuevos, sin ninguna alteración en las estrategias de enseñanza, es un cambio menor, en el mejor de los casos [un ejemplo de "cuanto más cambian las cosas, tanto más permanecen iguales" (Sarason, 1982)]. El cambio real implica cambios en conceptos y en la conducta para el desempeño de papeles, razón por la cual es tan difícil su consecución.

Se podrían usar numerosos ejemplos para ilustrar la realidad objetiva de las dimensiones del cambio; de momento, recurriré a tres estu­dios: uno, sobre un currículo  a nivel provincial para artes del lenguaje; otro, sobre la educa­ción abierta, y uno más, sobre la integración. Si consideramos estas innovaciones a la luz de las dimensiones planteadas, nos colocaremos en una mejor posición para reflexionar sobre lo deseable del contenido del cambio, puesto que podremos hacerlo concretamente.

Simms (1978) realizó un estudio detallado, en una de las provincias de Canadá, sobre el uso de un programa elemental de artes del len­guaje. Unos cuantos de los principales objetivos del programa, se establecen como sigue:

·                               Desarrollar las habilidades de los estudiantes para recibir información (sustancialmente) por medio del oído, la lectura, la vista, el tacto, el gusto, el olfato.
·                               Propiciar la comprensión del proceso de comunicación, así como su papel como receptores, procesadores o mensajeros en ese proceso (citado en Simms, 1978, p. 96).

Las tres dimensiones de cambio potencial se pueden explicar con referencia al documento básico del estudio; por ejemplo, el siguiente pasaje contiene implicaciones de las conviccio­nes pedagógicas: la atención básica se centra en el niño como un usuario flexible del lenguaje. Si el lenguaje ha de ser realmente útil (funcional), debemos empe­zar con la experiencia y competencia actuales del niño y adaptar nuestra enseñanza a la situación natural de lenguaje, la cual es una situación inte­grada y completa. Debe subrayarse que la filosofía en desarrollo es una total integración de todos los aspectos de las artes del lenguaje. En este sen­tido, la integración se refiere al tratamiento de todas las aptitudes comunicacionales como es­trechamente interrelacionadas (Simms, 1978, pp. 90-91).

En todo el documento se manifiestan referencias a posibles alteraciones en los sistemas de enseñanza. Las metodologías de enseñanza recomendadas incluyen la presentación de oportunidades para la participación activa del niño, usando una variedad de recursos y técni­cas (ejercicio de la vista y el habla, lectura, tea­tro informal, mímica, fotografía y otros), y propo­nen el uso del "método inductivo... frecuen­temente en grupos pequeños y en situaciones de enseñanza individual" (pp. 366-377). No es necesario describir el contenido de materia­les y recursos del currículo – la tercera dimensión -, pero deben destacarse las dificultades para esclarecer y realizar cambios en la práctica que impliquen la interrelación entre conviccio­nes, sistemas de enseñanza y recursos.

Con el empleo de una distinción entre currículo superficial y una profunda estructura en el análisis de la educación abierta, Bussis, Chittenden y Amarel (1976), encajan perfecta­mente en nuestro tema. Los autores encontra­ron que los maestros de educación abierta diferían fundamentalmente en su uso de las dimen­siones de la misma. Algunos maes­tros operaban al nivel del currículo superficial, centrándose en los materiales y cuidando que los estudiantes estuvieran "ocupados". Trata­ban de abordar los objetivos de la educación abierta literalmente, pero no abarcaban el propósito fundamental; por ejemplo, querían asegurarse de que los niños "aprendiesen a compartir materiales, esperar su turno, respetar la propiedad de otros y demás; ubicando como el centro del interés, la manifestación de estas conductas en vez de las actitudes y la compren­sión correspondientes" (Bussis y cols., 1976, p. 59). Estos maestros fueron quienes reac­cionaron al problema de la ambigüedad, solicitando una mayor gula sobre "qué se debía cubrir exactamente". Otros maestros, en cam­bio, habían arribado a un entendimiento básico de los principios de la educación abierta y las actividades concretas que los reflejaban. Obtu­vieron la "capacidad para moverse de una parte a otra, entre las actividades del salón de clases y la organización de prioridades, usando un encuentro específico para ilustrar un interés más amplio y relacionando las prioridades más extensas con casos específicos" (p. 61).

La reflexión, la determinación y la conciencia caracterizaron a estos maestros, pero no en una forma lineal; por ejemplo, realizaban algo por intuición y después reflexionaban sobre su significado en relación con el propósito en conjunto. Las suposiciones y orientaciones hacia los niños, variaban de modo similar. Los maes­tros se dividían en aquéllos que pensaban que la capacidad de los niños para elegir no era con­fiable e idiosincrásica  (algunos podían, otros no), y aquellos que suponían y experimentaban que todos los niños tienen intereses y pudieron relacionar los intereses individualizados con objetivos educativos comunes a lo largo del currículo (pp. 95-98).

En las páginas de citas de los maestros, y en su propio análisis, Bussis y colaboradores de­muestran claramente (si bien con otras pala­bras) la naturaleza de las dimensiones de cam­bio en el trabajo. Algunos ejemplos, los maes­tros que consideraban que la educación abierta cubría literalmente el contenido de la materia, pero que no contaban con una base lógica sub­yacente (p. 57); aquellos "que se expresaban razonablemente con respecto a la indicación de prioridades para los niños, [pero] eran más vagos en la descripción de conexiones concre­tas entre estas prioridades y las actividades del salón  de clases" (p. 69); y otros más que "podían proporcionar materiales ricos al salón de clases con la convicción de que fomentarían ciertas prioridades de aprendizaje" (p. 74, subrayado de los autores).

En los términos de nuestras dimensiones, es posible cambiar "en la superficie" favoreciendo ciertos objetivos, con el uso de materiales espe­cíficos, e incluso imitando la conducta, sin entender, específicamente, los principios y las ba­ses lógicas del cambio. Más aún, con referencia a las convicciones, es posible valorar e incluso expresar claramente los objetivos del cambio, sin entender sus implicaciones para la práctica: "... la acción basada en la valoración y la fe es poco probable que conduzca al engrandeci­miento o fortalecimiento del propio entendi­miento de los maestros. Debido a que esto no se reconoce, el maestro no recibe el apoyo informativo potencial que proporciona la re­troalimentación" (Bussis y cols., 1976, p. 74).

Joyce y Showers (1988) coinciden con lo an­terior; la innovación es multidimensional e im­plica cambios en aptitudes, práctica y teoría o conceptos. Joyce y Showers descubrieron que son muy pocos los programas de formación de personal que van más allá de las manifestaciones superficiales de cambio a corto plazo que están abordando.

En resumen, para nuestros fines, son tres las lecciones críticas que deben aprenderse. Primera, el cambio es multidimensional y, por tanto, puede variar dentro de la misma persona, así como dentro de los grupos. Segunda, una vez que comprendemos que intervienen los conceptos básicos sobre la educación y las aptitudes de las personas (es decir, su identidad ocupacional, su sentido de competencia y su auto-concepto), lo que está en juego son algunos cambios profundos. Es evidente la necesidad y la dificultad que representa para los individuos el fomentar un sentido de significado acerca del cambio. Tercera, sintetizando la segunda lección, encontramos que el cambio consiste en una interrelación dinámica, sofisticada y no muy clara, de las tres dimensiones del cambio. Las convicciones y creencias guían y se basan en la información proveniente de las estrategias y actividades de la enseñanza; el uso efectivo de los materiales depende de su consonancia con las convicciones y sistemas de enseñanza y demás. Muchas innovaciones implican cambios en algunos aspectos de las convicciones educativas, conducta de la enseñanza, uso de materiales y más. El problema fundamental consiste en si se da el caso de que las personas elaboren un significado que se relacione con los tres aspectos.

La legislación especial y las normas sobre educación en Canadá y Estados Unidos de Amé­rica, subrayan el derecho de todos los niños a una educación completa. La practica conocida como integración, proporciona otro ejemplo de las complejidades malentendidas y los múltiples componentes del cambio (véase Sarason y Doris, 1979, para un examen detallado). Sarason y Doris reconocen el problema en los primeros renglones de su capítulo sobre la integración. La velocidad con que ha surgido la integración en nuestra sociedad, como concepto, valor y po­lítica pública, es poco menos que sorprendente. En efecto, el cambio se ha presentado con tanta rapidez y con tal aprobación general aparente como para plantear la pregunta de qué es lo que las personas comprenden acerca de la integra­ción y sus implicaciones para las escuelas. El hecho de que podamos pensar que la integración es deseable, no es excusa para suponer que las realidades institucionales se adaptaran a nuestras esperanzas (p. 355).
No es necesario ofrecer una letanía completa de las implicaciones dimensionales de la inte­gración para las escuelas, pero algunas de las consecuencias filosóficas, de cambios de papel y materiales, tanto dentro como fuera del salón de clases, son evidentes en los siguientes extractos de Sarason y Doris: para que la integración sea efectiva, los maestros de clases normales deben contar con el apoyo firme y coordinado de maestros de educación especial y personal de respaldo (Ryor, citado por Sarason y Doris, p. 372). La ley dispone la participación de los padres y grupos legos para "la supervisión, evaluación y operación de programas de educación especial” por medio de comités consultores, regionales y estatales, cuyos miembros, en su mayoría, sean padres de niños incapacitados (p. 376). El éxito requiere de un "diagnóstico, prescripción y seguimiento integrados" con una prescripción individual de educación  para cada incapacitado", y para un buen resultado no sólo se requiere tiempo, sino una armoniosa relación entre el personal de la escuela" (p. 389).

La integración es uno de los cambios más complejos en el escenario educativo actual y, como tal, destaca las dimensiones del cambio y la magnitud de la tarea para efectuar una reforma educativa importante, la evaluación de nue­vas convicciones; el entendimiento cognoscitivo de la interrelación entre los principios filo­sóficos y el diagnóstico y tratamiento concretos, el cambio de funciones y relaciones de papel entre los maestros de salón de clases nor­mal y los maestros de educación especial, y entre el personal de la escuela, los miembros de la comunidad y los profesionales fuera de la escuela.

Podríamos abordar otros cambios educati­vos para ilustrar la importancia de las diferentes dimensiones del cambio. Prácticamente todos los programas de cambio establecen o im­plican los tres aspectos, ya sea que nos refira­mos a artes del lenguaje, estudios sociales, pro­gramas de escuela-trabajo, microcomputado­ras, programas Head Start o Follow Through[3], educación especial, reestructuración u otros. Hoy día es muy importante trabajar en el significado y en la definición del cambio, debido a que se están intentando reformas más complejas y fre­cuentemente más vagas (como la reestructura­ción). Es mucho más lo que está en juego. Lo importante es que los programas de cambio educativo tienen una realidad objetiva que pue­de ser más o menos definible en términos de las convicciones, prácticas de enseñanza y recur­sos que abarcan.

¿Por qué preocuparse por los tres aspectos del cambio? ¿Por qué no nos conformamos con elaborar innovaciones de calidad y proporcio­nar el acceso a ellas? La respuesta es, simplemente, que un planteamiento como este último no reconoce adecuadamente le forma en que los individuos confrontan o evitan las implica­ciones conductuales y conceptuales del cam­bio. La innovación como un conjunto de materiales y recursos es el aspecto más visible del cambio, y el que se emplea con mayor facilidad, pero sólo literalmente. El cambio en el sistema o estilo de enseñanza  para el uso de nuevos materiales, presenta mayor dificultad si es que deben adquirirse nuevas aptitudes y deben establecerse formas nuevas de realizar las activida­des de instrucción. Los cambios en conviccio­nes son aún más difíciles, desafían los valores esenciales que mantienen los individuos con respecto a los propósitos de la educación, más aún, con frecuencia, las convicciones no son explícitas, no se analizan o comprenden, sino que más bien, subyacen en el nivel de las suposi­ciones tácitas. Y no obstante, es esencial la formación de un claro sistema de convicciones, debido a que proporciona un conjunto de crite­rios para la planeación total y un filtro para separar las oportunidades de aprendizaje valio­sas de las no tan valiosas que surgen inevitablemente durante la instrucción (recordemos a Bussis y cols., 1976). La pregunta fundamental es, desde luego, ¿cuán esenciales son las tres dimensiones del cambio? El uso de materiales nuevos por si mismos puede lograr ciertos ob­jetivos educativos, pero parece obvio que la elaboración de nuevas aptitudes y sistemas de enseñanza, junto con la comprensión concep­tual de qué y por qué debe hacerse algo, y con qué fin, representa un cambio mucho más fun­damental y, como tal, llevará más tiempo efectuarlo, pero una vez logrado, tendrá un impacto mayor. Es complicado saber cómo alternar mejor con los con­ceptos (por ejemplo, las convicciones) y la conducta (por ejemplo, sistemas de enseñanza), pero algunas de las implicaciones incluyen la necesidad de abordarlos en una base conti­nua durante la implementación, y la posibilidad de que las convicciones se puedan analizar con más eficacia después de que las personas hayan tenido, por lo menos, alguna experiencia conductual en el intentar prácticas nuevas.

Los programas y políticas educativas específicos, difieren en cuanto a la magnitud del cam­bio que esté en juego. Por ello, la extensión del cambio siempre debe definirse con referencia a situaciones e individuos concretos, pues el gra­do de cambio potencial es una función de la discrepancia entre el estado de la práctica exis­tente, por parte de individuos particulares y el estado futuro, al cual los puede conducir el cam­bio. El Study of Dissemination Efforts Suppor­ting School Improvement. DESSI (Estudio de Difusión de Esfuerzos en Apoyo a la Mejora Escolar), el cual se realiza a gran escala, demuestra la importancia crítica de definir la extensión del cambio en función de los puntos de partida de los individuos (Crandall y cols., 1982). En este estudio, se encontró que los maestros bajo las condiciones de apoyo ade­cuadas, usaban los nuevos materiales y altera­ban las prácticas de enseñanza de acuerdo con las innovaciones adoptadas en sus escuelas o distritos.

En resumen, el propósito de reconocer la realidad objetiva del cambio radica en la acep­tación de que hay políticas y programas nuevos "allá afuera" y que pueden ser más o menos específicos en términos de lo que implican en cambios de materiales, prácticas de enseñanza y convicciones. El verdadero punto decisivo aparece en las relaciones entre estos programas o políticas nuevos y los millares de realida­des subjetivas inculcadas en los contextos indi­viduales y organizacionales de las personas y sus historian personales. La forma en que se abordan o se ignoran esas realidades subjetivas, es crucial para que los cambios potenciales se vuelvan o no significativos al nivel del uso y la eficacia individual. Tal vez valga la pena recal­car que los cambios en la práctica real en las tres dimensiones - materiales, sistemas de enseñanza y convicciones, en lo que las personas hacen y piensan - son esenciales para lograr el resultado propuesto.
¿CUÁL ES EL OBJETO DE LA REFORMA EDUCATIVA?

¿Qué se supone que hacen las escuelas? ¿El cambio educativo ayuda a hacerlo? ¿Cuáles son las expectativas de mejora? Estas preguntas básicas aparecen por todos lados, pero merecen un énfasis especial.

¿Para qué son las escuelas?

Es complicado responder a la pregunta de que se supone que hacen las escuelas. Sin em­bargo, se pueden identificar los principales pro­pósitos adoptados. Por lo menos, son dos los fines esenciales de la escolaridad, educar estudiantes en diversas destrezas y conocimien­tos académicos o cognoscitivos, y educar a los estudiantes en el desarrollo de habilidades indi­viduales y sociales, así como del conocimiento necesario para funcionar ocupacional y socio-política­mente en la sociedad (véase Bowles y Gintis, 1976, cap. 2; Sarason, 1990; Schlechty, 1990). Estos dos fines los podemos etiquetar, respec­tivamente cognoscitivo / académico y de formación personal / social de la educación. Sobrepuesto en estos dos propósitos principales de las sociedades democráti­cas, está el objetivo de igualdad de oportunidad y logro – según la frase de John Dewey (1916) “la oportunidad para escapar de las limitaciones del grupo social" en el cual se nace (p. 20).

Con el fin de evaluar si las escuelas están cumpliendo con su tarea, sería necesario contar con cierta información interna y externa. La primera se refiere a los adelantos de los estu­diantes en términos de logro, mientras están en la escuela y al terminar los estudios. La segunda se refiere a la suerte que corren los estudiantes, ocupacional y socialmente, una vez que salen de la escuela. Nos gustaría saber cómo se rela­cionan los antecedentes familiares con el desempeño en las escuelas y en la sociedad después de que se terminan los estudios.

En esta etapa, no pretendo responder minu­ciosamente a la cuestión del desempeño  esco­lar. Durante los últimos 25 años, desde el informe Coleman (1966), se ha escrito mucho al respecto. La respuesta más breve es que los an­tecedentes familiares se correlacionan en alto grado con el desempeño educativo y los logros ocupacionales. Hay algunos estudiosos que afir­man que esto es inevitable en una sociedad ca­pitalista (Bowles y Gintis, 1976; Jencks, Smith, Ackland, Bane, Cohen, Gintis, Heyns y Micholson, 1972). El argumento es que los estudiantes con antecedentes familiares más privilegiados, ya llevan una ventaja educativa cuando ingre­san a la escuela y les favorece más notoriamen­te la inclinación de las escuelas hacia la clase media, mientras avanzan por los niveles de la escolaridad. En cualquier caso, los estudiantes con antecedentes familiares más privilegiados, se desempeñan mejor académicamente. Es pro­bable que los objetivos de la formación perso­nal/social se vean afectados más radicalmente, debido a que están incrustados en el "currículo oculto". De acuerdo con estos argumentos, el orden social jerárquico de la escuela, se opone a muchos de los objetivos adoptados de forma­ción personal/social relacionados con la vida y el trabajo en una sociedad democrática (por ejemplo, habilidades para la toma de decisiones personales y de grupo). Algunos autores llegan al punto de decir que si las escuelas fueran eficaces en la formación académica y perso­nal, eso no significaría una gran diferencia en el éxito ocupacional (Jencks y cols., 1972). Otros afirman que muchas de las innovaciones y refor­mas educativas, aunque sea inconscientemen­te, sirven para reforzar el status quo y empeorar las condiciones para los maestros y estudiantes (Apple, 1988; Apple y Jungck, 1991).

Estos pronósticos tan sombríos, se contrarres­tan con una creciente colección de evidencia de que las escuelas pueden significar, y en oca­siones lo hacen, una diferencia, por lo menos en algunos objetivos educativos. La llamada investigación de la "efectividad de la escuela" muestra que las escuelas en áreas pobres pue­den y ayudan (dependiendo de sus caracterís­ticas) a los estudiantes a obtener importantes beneficios en relación con el logro académico básico (véanse Brookover, 1981; Lezotte y cols., 1980; Edmonds, 1979). En un famoso estudio longitudinal en el Reino Unido, Mortimore, Sammons, Stoll, Lewis y Ecob, 1988) comprobaron bastante concluyentemente que "la escuela importa". Algunas escue­las que enfrentan problemas similares y con recursos también similares, realizan un mejor trabajo que otras, en términos académicos y sociales. La pregunta clave, desde luego, para aquellos interesados en la reforma educativa, es cómo podemos emprender deliberadamente la mejora de los salones de clase y la escuela mediante el mane­jo más eficaz del cambio. Aún quedan dilemas importantes, debido a los múltiples y conten­dientes propósitos de la escolaridad, pero es precisamente dentro de este laberinto de pro­blemas, donde la reforma educativa debe en­contrar su camino.

¿Para qué es la reforma?

En teoría, se presume que el propósito del cambio educativo es ayudar a que las escuelas logren sus objetivos con mayor eficacia, rem­plazando algunas estructuras, programas y/o prácticas con otras mejores. El cambio por el cambio no representa ningún beneficio. Los programas nuevos pueden significar una diferencia, ayudar a mejorar la si­tuación o empeorarla. La diferencia entre cam­bio y progreso[4] se puede entender más cabal­mente si preguntamos, ¿sería mejor comprobar que la mayoría de los cambios educativos intro­ducidos en las escuelas realmente empeoran la situación, aunque sea involuntariamente, a saber que no se está haciendo nada? En este tema está también el asunto de la relación entre el cambio educativo y el social. Es indudable que existen límites para lo que la educación puede hacer en torno a las oportuni­dades en la vida de los individuos. La reforma educativa no es un sustituto de la reforma so­cial. La cuestión es si el desempeño del sistema edu­cativo puede influir o de alguna forma contribuir al cambio en la socie­dad. El fracaso del cambio educativo puede estar tan relacionado con el hecho de que mu­chas innovaciones y reformas nunca se realizaron en la práctica (es decir, nunca se logró el cambio real), como con el hecho de que las fuerzas sociales, políticas y económicas inhiben el cambio en el sistema educativo.


¿Cuáles son las expectativas para que sea más eficaz la reforma escolar? Si bien es posi­ble que se estén desperdiciando las oportunida­des, nunca hemos estado en una mejor posi­ción para hacer algo diferente. Las actuales re­formas son de mucho mayor alcance tanto verticalmente (a través del salón de clases, distrito escolar y estado) como horizontalmente (incorporando más elemen­tos holísticos [5] de reforma en cada nivel). Contamos con más erudición disponible acerca del proceso del cambio y, en las escuelas, son más las personas en puestos de liderazgo que ahora están empleando esa erudición. En la deter­minación de la naturaleza de la reforma que ocurrirá, es indudable que se entablará una lucha en la medida en que interactúen las fuer­zas de la intensificación y las de la reestructu­ración. Estamos en una era en la que se están  efectuando más intentos que nunca. Para ob­tener un cambio poderoso, necesitamos re­formas poderosas y estrategias poderosas. Se sugiere que los individuos y los grupos, en todos los niveles del sistema, pue­den lograr mejoras importantes si prestan aten­ción al contenido y al proceso del cambio educativo (véanse también Barth, 1990; Schlechty, 1990).

Por medio de un procedimiento empírico de experimentar constantemente intentos de refor­ma escolar, hemos aprendido que el proceso de cambio educativo planeado es mucho más complejo de lo que se había anticipado. También he­mos aprendido que la implementación de refor­mas eficaces es tanto cuestión de buen sentido común como de teorías imaginativas. Necesi­tamos sumergirnos en el fascinante mundo del cambio educativo donde se entremezclan la sencillez del sentido común y la complejidad de las fuerzas personales y políticas. Nuestra tarea, como lo dijo Alfred North Whitehead con respecto a la ciencia, es "buscar las explica­ciones más simples de los hechos complejos, pero buscar la sencillez y desconfiar de ella”. Aun cuando debemos ser cautelosos con las explicaciones simples, nuestro objetivo es vol­ver comprensibles los fenómenos complejos.

Yo persigo la complejidad, pero busco la sen­cillez en los niveles micro y macro del sistema educativo. Al comprender y lidiar con el cambio educativo, es esencial descubrir lo que sucede en el aula, la escuela y los niveles locales de la educación, así como a nivel regional y nacional. Ningún conjunto de niveles puede ser entendido de manera aislada uno del otro. El proceso de cambio educati­vo en la sociedad moderna es tan complejo que la mayor necesidad es comprender su dinámica. Paradójicamente, el camino al en­tendimiento de fenómenos sociales complejos, es con explicaciones simples y con­cretas, puesto que el principal criterio para la complejidad entendida es el grado en el cual es significativa. He recurrido a un mínimo de jerga, con la finalidad de que las explicaciones sean comprensibles para aquéllos que partici­pan en la empresa educativa. He escrito con la intención de que sea para cualquiera de los participantes, en la tarea de encontrarles sentido no sólo a sus situaciones inmediatas, sino también  a la totalidad del cambio educa­tivo y cómo podría éste ser más significativo, individual y colectivamente. No obstante, no es­tamos buscando una comprensión pasiva. Sólo mediante la reflexión y la acción juntas, se pue­de lograr un significado más profundo.

PRINCIPIOS QUE SIRVEN DE BASE AL PROYECTO EDUCATIVO DE CENTRO

1. Coherencia

El conocimiento, comprensión, seguimiento y articulación de las políticas nacionales y regionales cuando se está comprometido en un proceso de planificación institucional, es de singular importancia. Se trata de lograr coherencia política, a través de la cual se articulan las políticas nacionales, regionales e institucionales logrando la unidad de contenidos básicos en materia administrativa y curricular, pero, atendiendo a la vez, a la diversidad necesaria para que las iniciativas locales tengan su expresión en el proceso de planificación, lográndose la necesaria unidad de contenidos fundamentales que el sistema educativo impulsa y fomenta.

Conceptualización del proceso en cada nivel

El proceso queda conceptualizado como un todo en el siguiente esquema:
 
























De la misma forma, se aspira a alcanzar coherencia estratégica en donde intenta articular unitariamente el nivel institucional a través de orientaciones metodológicas nacionales y regionales. Básicamente se tiene como marco referencial el gran "cómo" dado por el sistema nacional de planeamiento educativo, instrumento que articula los distintos niveles de acción, privilegiando el centro escolar como punto medular del cambio educativo.
2. Enfoque sistémico

En el Proyecto Educativo de Centro (PEC), se concibe el centro escolar como una organización o grupo humano; conceptualización que permite comprenderlo de forma operativa y práctica. Hoy en día, las organizaciones se interpretan en el marco de la teoría general de sistemas. De la misma forma, se entiende que los centros educativos se configuran coma una comunidad, ya que su estructura y funcionamiento operan bajo estructuras de participación, manifiestas a través de los diferentes mecanismos que pueden desarrollarse.


Con los PEC, en ningún momento se pierde de vista que la educación es la resultante de una estructura social y que no es posible lograr cambios profundos en el centro, sino en la medida que se relacionan con otros cambios que se den en marcos sociales más amplios.

La aplicación de la teoría general de sistemas, se caracteriza por enfatizar el análisis del sistema total, abordando el de las partes a partir del todo, pero desarrollando la capacidad de ver tanto el todo como sus partes y las relaciones recíprocas. Este enfoque se esfuerza por conseguir la eficacia del sistema total, más que por mejorar la eficiencia de las partes o subsistemas sin tener suficientemente en cuenta la interdependencia e interconexión de cada una de las partes que interaccionan entre sí y con la totalidad de la que forma parte.

Estas consideraciones se aplican en el centro escolar y en su interacción con todo e! sistema educativo. Ambos constituyen organizaciones, sistemas abiertos, complejos, compuestos por partes o componentes, en los que se da un proceso de interacción y retroacción.

3. Acción – reflexión – acción

Los PEC vienen a ser un instrumento que permite crear las condiciones para el logro de un creciente conocimiento científico de la realidad del centro escolar. Se parte de la idea de que el mejoramiento del centro surge del reconocimiento de la existencia de problemas y los PEC se organizan en torno a la solución de ciertos problemas específicos, centrando su acción en el conocimiento y solución de ese problema.

Se trata de generar actitudes auténticas en la gestión del centro escolar, lo que conlleva la aplicación del método científico al conocimiento de la realidad, mediante aproximaciones sucesivas a su conocimiento y en la búsqueda de soluciones a las situaciones que se presentan.

El principio de acción-reflexión-acción es el enfoque de conocimiento de la realidad que se estimula con los PEC. Se trata, básicamente, de partir de una actitud comprometida de parte de los actores, aun antes de conocer la realidad en su totalidad. En ese sentido, se parte de Ia existencia de una comunidad dispuesta a lograr sus objetivos como punto de partida, convencida de que necesita actuar como agente de cambio sobre la realidad que la rodea.

En el PEC, el modelo de acción-reflexión-acción va a la realidad concreta para extraer de ella los problemas, que luego serán analizados e interpretados para definir alternativas y soluciones, que serán objeto de posterior programación, en un plan, para entonces iniciar su posible atención en acciones de ejecución, que serán evaluadas antes, durante y al finalizar el proceso. Se trata de un proceso integrado en donde se suceden, alternativamente, etapas que son preferentemente de investigación, con etapas predominantemente de acción.

4. Descentralización

Uno de los criterios que fundamentan la posibilidad de que en el proceso de modernización y mejoramiento de la calidad del Sistema Educativo, se pueda llevar adelante una planificación institucional participativa, como forma de elaborar el Proyecto Educativo de Centro (PEC), es la existencia de una política de descentralización, que crea las condiciones objetivas para la instrumentación de propuestas surgidas de los agentes directos de la acción: directivos, padres de familia y representantes de la comunidad y la singular valorización del hecho conforme al cual la intervención educativo-institucional toma relevantemente en cuenta el contexto o entorno social próximo en el cual desarrollan las vidas de los educandos.

Con la descentralización, se procura otorgar una mayor autonomía a las instituciones. Dicha autonomía está relacionada con la posibilidad y necesidad de que las instituciones escolares contextualicen sus propuestas pedagógicas y generen así, los cambios con relación a la calidad de la educación que la sociedad en general y las comunidades en particular, reclaman.

La instrumentación de los PEC, tiene como propósito iniciar la transformación de la realidad educativa existente en las escuelas; para ello será, necesario conocer la realidad de cada centro, formular su misión, visión y establecimiento de cursos alternativos de acción para la puesta en práctica de la nueva propuesta educativa y curricular de la Educación Básica General.

La elaboración de los PEC es responsabilidad de la Comunidad Educativa de cada centro escolar. Es por ello, que cada proyecto es "sui generis"; no hay dos idénticos. Cada centro tiene su contexto específico, su misión, su propia visión y su problemática  particular. Con los PEC, la gestión escolar tiene su sustento y su fortaleza en el "proyecto", el conjunto de procesos, de toma de decisiones y su ejecución que permite conducir el centro compartiendo responsabilidades y participando en equipo de trabajo en la definición de la acción, visión, formulación del plan de acción, ejecución y evaluación del mismo

5. Proactividad

Casi todos coinciden hoy en que el cambio de la educación y su mejoramiento no es alga que se da en las oficinas centrales de los ministerios de educación o que se logran por decisiones o por la promulgación de leyes a través de las cuales se hagan declaraciones sobre normativas y políticas que persigan esas finalidades.

Muy por el contrario, casi todos somos conscientes en que el cambio y el mejoramiento se dan en los recintos donde se verifican efectivamente los aprendizajes; entornos próximos en donde éstos se dan. Cuando en un centro escolar, con su comunidad toman la decisión de transformar dicho centro, de mejorar la educación que en ellos se imparte y asumen el compromiso de materializar tal decisión, sólo entonces, estaremos dando pasos efectivos para mejorar la calidad del servicio que se ofrece.

Esa decisión de cambiar la calidad del centro escolar, es el paradigma que se está  dispuesto a asumir con los PEC. Ello conlleva la asunción de un cambio de actitud en la forma tradicional de ser; de ser menos espectadores del cambio a ser protagonistas del mismo, a ser actores principales en dicho proceso, dirigiéndolo y conduciéndolo. Se trata, esencialmente, de un viraje sustantivo, en una toma de conciencia del compromiso que todos tenemos con la educación y su mejora, no en abstracto ni de larga distancia, sino de manera concrete y real con la población de nuestro centro escolar, del que tenemos más cercana y mayor responsabilidad, ya que no es sólo la población escolar, sino nuestra población escolar.

Ese cambio en la forma de ser para ser mejores, implica dejar de ser menos dependientes. Generalmente, siempre se espera que los lineamientos vengan "de arriba" que los planes y proyectos "bajarán" mientras se esperaba la línea, para poder seguir. Así, se generó una forma de ser dependiente. Se despersonalizaba la comunidad, sin dejarla ser lo que quería ser. Se convertía en espectadora del cambio, no tenía la posibilidad de decidir qué quería y se dejaba poco espacio a las iniciativas y a la creatividad. Con los PEC, se cede el paso y se ofrecen mayores posibilidades de permitir la adopción de una actitud de mayor autonomía, generadora de ideas e innovaciones, para que seamos capaces de pensar, de crear y hacer en cada centro escolar, el centro que la comunidad desea para sus hijos.

Se ofrece la posibilidad de elevar las capacidades comunitarias para asumir el compromiso de cambiar y de proponer el destino que se desea para la escuela y no esperar a que se diga cómo tiene que ser el plantel. Esta fuerza interior es la actitud proactiva que impulsa y que hace a la comunidad consciente de que cada grupo es actor y diseñador de su propio destino, representa una de las fortalezas sustantivas de los PEC.

6. Intencionalidad

La calidad de la educación es una actitud, un deseo de cambiar y de enfrentar los problemas, qua debe estar presente en todo ser humano y que eso deseo de mejorar es el impulso fundamental y sustantivo de todo proceso en mejoramiento cualitativo. No se cambia por el simple hecho de desear ese cambio o de definirlo, el mejoramiento de la calidad es una fuerza interior que nos impulsa a mejorar; es una forma de ser, para ser mejor.

La calidad de la educación es un proceso integral que se va alcanzando progresivamente, en forma continua, por etapas, en aproximaciones sucesivas, mediante la participación real y efectiva de todos los actores. La calidad de la educación básica general es un asunto que le compete especialmente a cada centro escolar, a las personas que ahí trabajan, y de las relaciones que éstas establezcan entre sí, con los alumnos y con la comunidad a la que sirven.

Con los PEC, se parte de la idea de que el mejoramiento de la calidad de la educación  sólo podrá venir de las propias escuelas, en contraposición al enfoque normativo de planeamiento educativo, en donde las soluciones de los problemas de la educación consistía en aplicar, desde las estructuras centrales, las proposiciones a la solución de los problemas en educación.

La calidad depende de las personas que laboran en la escuela, porque son ellas quienes pueden adaptar las medidas uniformes de políticas a los contextos específicos y son ellas quienes son capaces de diseñar estrategias y soluciones para lograr calidad con las condiciones específicas de la demanda y con los recursos de que disponen para hacerlo.

La calidad de la educación implica un verdadero cambio cualitativo en el interior de cada salón de clases, en cada centro educativo. Ésta sólo podrá alcanzarse, en forma real, en la medida que se generen en cada centro educativo, de manera participada y compartida, las condiciones que ese centro necesita para lograr resultados de calidad en la educación impartida a esos alumnos, en las condiciones específicas de !a comunidad concreta a la que presta sus servicios.

EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD: ¿QUIÉNES SOMOS?

El PEC es un instrumento de gestión que aspira a escoger las orientaciones que la comunidad educativa quiere dar a la escuela con el propósito de realizar una práctica lo más interesante y eficaz posible, teniendo en cuenta su propia realidad y que represente el eje a través del cual se articula y crean las condiciones para que, de manera organizada y participativa, se mejore la calidad de la educación qua se ofrece de manera continua. El PEC se sustenta en los principios que se presentan en el esquema a continuación:

PRINCIPIOS DEL PEC




2. Características del PEC

El PEC es una síntesis de la propuesta educativa del centro escolar. Con esta presentación se delimita una visión sobre la educación. Se define lo que se quiere hacer en la escuela como comunidad. En este sentido, necesariamente tiene que ser producto del consenso, prospecto, directivo y referencial para la acción, singular, propio y particular para cada centro.

El PEC no es un proceso que se lleva a cabo y culmina una vez que se ha elaborado su documento, ni siquiera termina cuando se han logrado los objetivos que originalmente fueron. Es por el contrario, un proceso que se constituye progresivamente y representa una práctica institucional permanente.

·         Un conjunto de inquietudes y aspiraciones basadas en la realidad y factibles a corto, mediano o largo plazo.

·         Un documento singular, propio y específico para cada centro.

·         Una base que ayuda a establecer prioridades, evita divagaciones inútiles y ajusta la libertad del docente a la del resto de los miembros de la colectividad.

·         Un instrumento de cohesión, reflejo de inquietudes de la comunidad y capaz de coordinar las diversas tendencias individuales.

·         Una especificación, mejor o peor, elaborada técnicamente, con intención de ser llevada a la práctica.

·         Un instrumento en el que participan los sectores fundamentales de la comunidad educativa: padres, alumnos y profesores.

·         Un propósito de permanencia, pero dentro de la movilidad de los paradigmas
sociales y educativos que lo orientan en una determinada dirección y sentido.

·         Producto de un trabajo de equipo basado en la corresponsabilidad y en el consenso, que ha de suponer la expresión y puesto de referencia para un compromiso colectivo.

·         Un conjunto de objetivos o fines para que sean alcanzados por los alumnos enmarcados en el tipo de escuela que se define.

·         Una responsabilidad ante el complejo fenómeno educativo y una manera de comprometerse y cooperar activamente en los logros educativos.

·         Un conjunto de objetivos elaborados por la comunidad educativa y una manera de comprometerse y cooperar activamente en los logros educativos.

·         Unos objetivos elaborados por la comunidad educativa, que considera los valores dominantes en el entorno y los convierte en categorías de formación del alumnado.
                    
·         Ha de servir esencialmente para modificar y mejorar el centro escolar en todas sus dimensiones, para potenciar una relaciones cada vez mas positives, entre todas las personas que integran la comunidad escolar, con el fin de mejorar la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje.

Los componentes del PEC vienen determinados en función de la finalidad de éstos: CONSTITUIRSE EN EL MEDIO PARA LOGRAR LA OPCIÓN DE CALIDAD DEL CENTRO ESCOLAR, A PARTIR DE LAS ORIENTACIONES GENERADAS A NIVEL NACIONAL Y REGIONAL.

Se trata de un proceso que toma en cuenta, como referentes, los procesos generales (nacionales y regionales), descendiendo hacia los niveles más operativos en el centro escolar.



 















El PEC es el instrumento que nos debe servir de base para la gestión escolar.



3. La elaboración del PEC

4. Análisis del contexto

"Si pudiéramos primero saber dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos, podríamos  juzgar mejor qué hacer y cómo hacerlo" (Abraham Lincoln).

El análisis de planeamiento normativo y centralizado conlleva la aplicación de estrategias uniformes de desarrollo educativo y, en general, la idea de que todas las escuelas son iguales, al igual que los intereses v necesidades de los niños que a ellas asisten. Este planteamiento conlleva el desconocimiento de que la realidad es que las escuelas son heterogéneas y que las demandas varían según cada contexto y los resultados que se esperan de ellos, son también disímiles.

Es por ello que se destaca la importancia de que el movimiento hacia la calidad de la educación tenga su punto de convergencia en el centro escolar, ya que solamente desde el centro educativo, es que se pueden conocer estas interrelaciones que ocurren entre la escuela y los alumnos, entre la escuela y la comunidad, de forma tal que sea posible atender las causas que están impidiendo lograr los resultados esperados.

La calidad depende de las personas que elaboran en la escuela, porque son ellas quienes puedan adaptar las medidas a través del PEC a los contextos específicos, según las condiciones específicas de la demanda y con los recursos de que disponen para hacerlo.

El primer componente del PEC se refiere al estudio del contexto variable que se debe considerar al inicio del proceso de elaboración del PEC, ya que es la que permite diferenciar los centros escolares y sus actuaciones. Esto es así, debido a que cada institución tiene su realidad particular en la que esté ubicada y de su entorno, es decir, del medio en que esté situada.

Las escuelas se enriquecen de contextos socioculturales, locales o nacionales, que la nutren, pero al mismo tiempo, las limitan y definen. Al respecto, la relación escuela-sociedad es evidente y encuentra su justificación en el análisis del hecho social. El sistema educativo, como parte del sistema social, procura satisfacer las necesidades de transmitir los contenidos y use culturales vigentes a las nuevas generaciones, preparándolas para vivir en el futuro.

El subsistema escolar es un componente del sistema educativo, al que le corresponde profundizar en los procesos de transmisión cultural e institucional. Así, los sistemas social, educativo y escolar se relacionan íntimamente, pues comparten variables que conforman los procesos y características de la sociedad, sus diferencias están en la mayor relevancia que adquieren ciertas variables específicas.

Para entender lo que acontece en el centro escolar y poder elaborar un PEC que sea realista, hay que conocer su entorno. El Lugar donde desarrollan sus vidas los alumnos y docentes, donde está ubicada la escuela. Hay que estudiar cuáles son las condiciones económicas, sociales, culturales y políticas de dicha realidad.
Ahora bien, el análisis del contexto que hay que realizar no es un estudio profundo y detallado de dicha realidad. Es simplemente una aproximación que permita conocer las circunstancias en que está inmersa la escuela y comprenderla. Se trata de un conocimiento que permita la acción.

La escuela como subsistema


El análisis del contexto procura tener un conocimiento de la realidad en la que se está inserto el centro, no se trata de un análisis pormenorizado y minucioso, sino y básicamente se refiere a los aspectos más relevantes que caracterizan a la realidad circundante; hechos, necesidades, expectativas de mandas, características y otros, que tipifican a la comunidad.

El análisis de contexto comprenderá básicamente tres cambios de análisis.

ASPECTOS
INDICADORES


La realidad y demandas del contexto
·   Lugar en donde se ubica el centro.
·   Situación física, socioeconómica y cultural.
·   Características económicas, sociales y culturales del grupo social, valores dominantes, necesidades, aspiraciones y demandas.
·   Tipos de familia.

Características y necesidades educativas de los alumnos
·   Sociales.
·   Culturales.
·   Educativas.



Condiciones internas del centro
·   Estructura y funcionamiento.
·   Ambiente institucional.
-       Relaciones docentes.
-       Relaciones dirección-docentes.
-       Relaciones con los padres de familia.

El análisis del contexto nos lleva a considerar los aspectos relacionados con el clima o ambiente escolar, el tamaño de la escuela, el origen social de los alumnos, el ordenamiento interno, el cumplimiento de las normativas oficiales y otros. Al tratar la escuela como sistema escolar, también debemos entender que los resultados cualitativos y cuantitativos de la enseñanza y del aprendizaje se dan resultados de la interacción de un conjunto de factores que se combinan de muy diversas maneras.

El salto cualitativo en educación se dará cuando el personal de cada establecimiento escolar, de cada plantel, sea capaz de interactuar adecuadamente con su comunidad.

¿Qué es la comunidad? ¿Cuáles son sus características?

La comunidad es una organización, sistema social o grupo humano integrado por personas que tienen vidas semejantes y sus necesidades materiales, psicológicas y sociales, se satisfacen por medios compartidos.


¡Una comunidad es algo más que un conjunto de familias y de viviendas!

La comunidad puede ser interpretada como:

·         Un pequeño poblado o conglomerado de población.
·         Un distrito, un corregimiento o municipalidad.
·         Un barrio de la ciudad.
·         Una población marginal, generalmente ubicada en áreas periféricas de la ciudad.

El primer reto de la búsqueda de calidad, desde el plantel y respecto at contexto específico en el que está ubicado, es el de lograr adaptar la escuela a las condiciones de vida reales de las familias, a fin de hacerla cultural y económicamente más accesible y más atractiva. Pero no es posible quedarse ahí. Por tanto, el segundo reto de la búsqueda de la calidad, en este sentido, es hacer del contexto - de la comunidad y de los padres de familia- un interlocutor más claramente exigente de los derechos que le corresponden respecto a la educación de sus hijos, pero a la vez, cada vez más comprometido, corresponsablemente, con esta búsqueda de la calidad.

El enfoque dominante de la planeación educativa, cuando ésta se lleva a cabo desde una estructura central y cuando desde ahí, se propone la solución de los problemas de la educación, consiste en aplicar estrategias uniformes de desarrollo educativo, que ofrezcan un servicio escolar estandarizado.

Comunidad y socialización

El niño crece dentro de un ambiente social determinado. Desde el momento de su concepción, vive continuamente bajo la influencia de la sociedad de la que es miembro y del modo de vivir de las personas que lo rodean.

A través del proceso de aprendizaje social denominado socialización, aprende a transformarse en un miembro de la sociedad. En dicho proceso, la cultura del medio es trasmitida al niño, y el sentimiento y la conducta individual se modifican paulatina y continuamente. Se asimilan los valores y conceptos propios de la sociedad en que vive.
Junto al crecimiento físico, se produce un desarrollo social, formándose él y los demás  miembros partes de la comunidad local y regional, de la nación y del mundo. De este modo, se hace partícipe de un grupo cultural específico y, al mismo tiempo, miembro de una porción cada vez mayor de la humanidad.

Principales agentes que participan en la socialización

·         La familia.
·         Los compañeros.
·         La escuela.
·         La iglesia.
·         Las organizaciones juveniles.
·         Las instituciones políticas.
·         Las instituciones económicas.
·         Los medios de comunicación social.

La escuela es una institución teleológica, es decir, surge y se define en función de sus fines. Existe porque es la institución que en la sociedad, se hace cargo de la preparación de las nuevas generaciones. La escuela es una organización que  configura, de una manera integrada, sus metas, estructuras y racionalidad con vistas a conseguir el mejor cumplimiento de su función.

Las personas pertenecen a grupos primarios (familia, amigos, otros) paralelamente, se encuadran en un contexto determinado, que participa de normas sociales respecto a las relaciones de convivencia, intercambio de productos, formas de trabajo y otras. La escuela es una organización formal que hace y se desarrolla en ese momento.

Otras agencias comunitarias

La socialización del individuo à valores, conceptos propios de la sociedad.

Existen en la comunidad, además de la escuela y del hogar, un gran número de agentes educativos, entre los que tenemos:

·         Servicios educativos: prestados por organizaciones ajenas a las escuelas, tales como: servicios de salud, servicio de extensión agrícola y servicios de bienestar social. Generalmente, éstos son proporcionados por el Estado.

·         Medios educativos: son los medios de información y de entretenimiento que llegan hasta la masa del pueblo (cine, radio, televisión, prensa, otros).

·         Asociaciones con fines educativos. Entre éstas, tenemos las organizaciones para la juventud, religiosas o internacionales.

Es responsabilidad del director del centro conocer estos agentes educativos y comprender sus posibilidades educativas y potenciar sus beneficios. La escuela puede transformarse en un agente integrador que colabore con estas organizaciones. Puede convertirse en un factor de integración social y cultural.

La escuela debe incorporarse a las fuerzas vivas de la comunidad para lograr sus fines, desarrollándolos en función de la realidad u de las condiciones de cada área.

Los beneficiarios de la educación

El principal beneficiario de la educación es, sin duda algunos, el alumno, quien es el receptor de todo el esfuerzo educativo por mejorar la calidad. El alumno es el beneficiario más importante, por lo que requiere de los servicios que le permitan:

·           Desarrollarse como persona.
·           Aprender en función de sus capacidades.
·           Desenvolver su autoestima.
·           Manifestar sus valores adquiridos.
·           Manifestar su capacidad crítica y creativa.
·           Desarrollarse en forma adecuada en el mundo presente y futuro.

Pero, los padres de familia también son beneficiarios del esfuerzo educativo, ya que tienen la tutela de sus hijos, deciden enviarlos a la escuela, contribuyen para que el proceso educativo rinda los beneficios que esperan, ejercen demandas sobre la escuela, exigen que sea de adecuado funcionamiento y comparten con la escuela su función formativa y socializadora.

También es beneficiaria del sistema educativo la comunidad en la que el alumno se desempeña social y políticamente. Todo está articulado dentro del sistema educativo y el sistema educativo dentro del sistema social. La calidad de la forma de entrar a la sociedad es uno de los objetivos del sistema educativo de la escuela.

UN INDICADOR DE LA CALIDAD DEL SERVICIO QUE BRINDA EL CENTRO EDUCATIVO ES ENFOCARSE PRINCIPALMENTE, EN EL BENEFICIARIO.

EL BENEFICIARIO PRINCIPAL DE LA ESCUELA ES EL ALUMNO Y LA RAZÓN DE SER DEL SERVICIO ESCOLAR.

¡Un proceso de mejoramiento de La calidad de nuestra escuela, deberá centrarse en satisfacer cada vez mejor a esos beneficiarios!

Los beneficiarios y los centros educativos

El centro escolar debe preguntarse principalmente sobre los requerimientos de sus beneficiarios, de manera que pueda priorizar, en su acción, la satisfacción de los mismos. La escuela, por su función, debe priorizar el aprendizaje. Debe preguntarse, qué y cómo deben aprender los alumnos.

Para hacerlo, hay que tomar en cuenta varios elementos. Uno muy importante es el currículum oficial. Todo centro educativo tiene que lograr los objetivos que se encuentran en los planes y programas de estudio. Así, tendremos la posibilidad de asegurar que lo que ofrecemos en las escuelas de todo el país, es equivalente, y habrá bases para esperar equidad como resultado de nuestro sistema educativo.

Pero el currículum oficial debe representar sólo un punto de partida. El diálogo con los beneficiarios, junto con el descubrimiento de aquello en lo que, como escuela, fallamos, podrá llevarnos a precisar, con muchísima mayor claridad, qué priorizar, qué incorporar y sobre todo, cómo proceder para lograr ese aprendizaje efectivo en todos nuestros alumnos. Este debe ser permanente y debe involucrar a todo el personal de la escuela.

Participación de la comunidad en el mejoramiento de la escuela

Los padres de familia también son beneficiarios importantes en las actividades de la escuela y desempeñan un significativo rol en el mejoramiento de la calidad del centro escolar. La participación activa de los padres de familia debe ser propiciada por la escuela en su conjunto y por cada uno de los docentes que la integran.

El servicio que brinda la escuela es uno de los más preciados por la comunidad y tanto la escuela como la comunidad, deben tener plena conciencia de que la escuela es de la comunidad. Por tanto, los mejores aliados para el mejoramiento de la Escuela son los padres de familia y la comunidad.

La escuela es parte de la vida de la comunidad y es por ello que debe estar en íntima correspondencia con todas las actividades que esta desarrolla.

La escuela es de la comunidad y debe tener una presencia real en ella. De este vincula vínculo, dependerá el éxito en los resultados de la escuela. La escuela está en la comunidad y la comunidad está en la escuela.

Lo bueno o lo malo de la comunidad llega a la escuela, los alumnos lo traen consigo. Las expectativas, características y exigencias de la comunidad se hacen presentes en la escuela.

Rol protagónico de la comunidad en la gestión escolar

Como hemos visto, los docentes no son los únicos integrantes de una escuela. Si bien, son los agentes más importantes, una escuela es una comunidad educativa, en la que participan activamente alumnos, padres de familia y miembros de la comunidad. El mejoramiento del centro escolar compete a todos.

La participación de la comunidad es un proceso; es por ello que es muy recomendable que desde el inicio de la gestión escolar con base en el PEC, se vayan incorporando alumnos y padres de familia, quienes voluntariamente deseen participar en el mismo.

Las escuelas y sus comunidades se han convertido en protagonistas principales del desarrollo económico y social. Es por ello que todos estamos comprometidos a producir las transformaciones en el sistema educativo mediante las transformaciones de las escuelas.

En esencia, se trata que la comunidad de la escuela asuma el papel protagónico como sujetos y conductores de la transformación y mejoramiento escolar. La gestión escolar con base en el PEC, programa para que la comunidad asuma un rol protagónico en la transformación planificada de la escuela.


ELEMENTOS LOCALES

En esta sección, se analizan las condiciones sociales del cambio; la organización o escena­rio en el cual trabajan las personas y los acon­tecimientos y actividades, planeados e imprevis­tos, que influyen en la futura productividad de los intentos para un cambio determinado. El sis­tema escolar local representa un importante conjunto de restricciones situacionales u opor­tunidades para un cambio efectivo; con fre­cuencia, el mismo programa es un éxito en un sistema escolar y un desastre en otro. Algunos distritos tienen un historial de logros innovado­res continuos; otros parece que fracasan en cualquier coca que intentan.

La investigación sobre el papel de las organi­zaciones en el cambio, indica que el "cambio planeado se ha convertido en un asunto de motivación desde el exterior e instrumentación en el interior" (Firestone y Corbett, 1987, p. 321). La escuela individual puede ser la unidad de cambio, pero frecuentemente éste es resul­tado de iniciativas del sistema que viven o mue­ren de acuerdo con las estrategias y apoyos que ofrece la organización más grande; esto es especialmente cierto en cuanto a innovaciones complejas, a múltiples niveles y orientadas hacia el sistema, donde lo que se está cambiando es la cultura de la organización misma.

La zona o distrito escolar. He sugerido que las decisiones adoptadas se toman frecuen­temente sin un seguimiento adecuado, y que no se entienden bien las dificultades (realidades subjetivas) inherentes al proceso de cambio. Aparentemente, la mayoría de los intentos de cambio colectivo en la educación son un fraca­so, y ese fracaso significa frustración, tiempo perdido, sentimientos de incompetencia y falta de apoyo y desilusión. Puesto que la introduc­ción de innovaciones es una forma de vida en la mayoría de los sistemas escolares, los distritos acumulan historiales sobre el manejo del cam­bio. Cualquiera que sea el historial en un punto dado del tiempo, representa una importante precondición en relación con la siguiente ini­ciativa. La importancia del historial de intentos de innovación del distrito, se puede exponer en forma de una propuesta, cuantas más experien­cias negativas hayan tenido los maestros u otros, con intentos previos de implementación en el distrito o en otras partes, más cínica o apática será la actitud que muestren frente al siguiente cambio propuesto, independiente­mente del mérito de la nueva idea o programa. Los distritos, las provincial o estados, así como los países, pueden desarrollar tanto una incapa­cidad como una capacidad para el cambio.

La investigación directa sobre la prehistoria de intentos innovadores no es mucha, pero no se necesita ser historiador para concluir que la historia en el campo del cambio educativo se ha hecho con notoria presteza e intensidad; y no es una buena historia. En general, los maes­tros y el personal escolar se han vuelto escépti­cos acerca de los propósitos y el apoyo para la implementación de un cambio educativo. Por otra parte, psicológicamente nada es más gratificante que intentar proseguir con un cambio que funciona y beneficia a los estudian­tes. El éxito puede engendrar más éxito. Dado que es tan primordial el significado subjetivo del cambio, vale la pena subrayar que las perso­nas trasladan significados de una experiencia a la siguiente. Esta historia psicológica del cam­bio es una determinante de importancia para la seriedad con que las personas tratan de imple­mentar programas nuevos. Con el fin de poder predecir y comprender las respuestas de indivi­duos y de grupos a programas innovadores particulares, se debe conocer su historia pasada inmediata.

En esta parte, nos limitaremos a resumir los principales descubrimientos sobre el papel de la administración y del personal central del distrito. Los maestros y las escuelas pueden, por sí solos, producir el cambio sin el apoyo de los administradores centrales, pero, a nivel distrital, no ocurrirá ningún cambio. Aun cuando se ha dicho que el inspector y el direc­tor son decisivos en el cambio educativo, hace muy poco tiempo que hemos comenzado a comprender, más específicamente, lo que signifi­ca en la práctica. Las investigaciones demuestran que el apoyo de los administradores centrales es primordial para el cambio en las prácticas del distrito. Demuestran que el apoyo o la aprobación de un nuevo programa, ejerce muy poca influencia en el cambio en la práctica (por ejemplo, el apoyo verbal sin el seguimiento de la implementación). Los maestros y demás personal, si no era así hace 20 anos, ahora saben que no tiene caso tomar seriamente el cambio, a menos que los administradores centrales demuestren con acciones que deben hacerlo. Berman, McLaugh­lin y colaboradores (1979, pp. 84-95), pro­porcionan una excelente descripción de la for­ma en que un nuevo inspector o jefe de zona, con una orden de la junta, "transformó la organi­zación" al apoyar activamente las nuevas pro­puestas, visitando escuelas para ver qué estaba sucediendo, dando un seguimiento a las decisiones.

Rosenblum y Louis (1979, p. 179) realiza­ron uno de los análisis más interesantes. Investi­garon, por una parte, los efectos relativos de la autoridad del inspector y jefe de zona en la implementación y, por la otra, la autonomía del maestro en el salón de clases. Observaron que la autoridad del jefe de zona (número de áreas de decisión en las cuales influyó), se asociaba positivamente con la implementación de un programa nuevo a nivel distrital, y que la auto­nomía del salón de clases (número de decisiones del salón de clases tomadas por el maestro), se relacionaba negativamente con la implementación. Los autores sugieren que es necesa­rio un grado de centralización  para implemen­tar cambios amplios en las escuelas, y que las firmes normas de autonomía individual del sa­lón de clases en algunos distritos pueden, en realidad, inhibir los cambios de organización y a nivel distrital.

Todos los estudios importantes demuestran que, si el objetivo es una mejora sustancial, es esencial el proceso de implementación local a nivel distrital (Louis, 1989; Marsh, 1988; Rosen­holtz, 1989). El principal funcionario ejecutivo y otros administradores centrales clave estable­cen las condiciones para la implementación en la medida en que muestran formas específicas de apoyo y conocimiento y entendimiento acti­vo de las realidades en las que se intentará la puesta en práctica de un cambio. En palabras más contundentes, los administradores de dis­trito afectan la calidad de la implementación  en la medida en que entienden y ayudan a manejar el conjunto de factores y los procesos descritos en esta parte.

Características de la junta y la comuni­dad. Es muy difícil hacer generalizaciones acer­ca del papel de las comunidades y las juntas escolares con respecto a la implementación. Corwin (1973) observó que el apoyo de la co­munidad a la escuela se correlacionaba positi­vamente con las innovaciones. Smith y Keith (1971) y Gold y Miles (1981) relatan las doloro­sas epopeyas que ocurren cuando a las comuni­dades de la clase media no les gustan las inno­vaciones que ven en sus escuelas. Las juntas escolares pueden afectar indirectamente la im­plementación, ya sea contratando o despidien­do a los jefes de zona proclives a la reforma. También, los cambios demográficos ejercen, con frecuencia, una creciente presión en las escuelas para que adopten, si no es que imple­menten, políticas nuevas (Berman, McLaughlin y cols. 1979). Por ejemplo, un estudio de caso del sistema escolar de Toronto, demuestra que la junta escolar fue decisiva para la creación ini­cial de nuevas políticas y programas multiculturales que no necesariamente fueron buenos (véase Consejo de Educación de Toronto, 1976). Rosenblum y Louts (1979, p. 111), encontraron que el grado en el cual los cambios ambientales externos a la escuela la apremian a que cambie” era uno de los cuatro elementos de disposición relaciona­dos con la implementación subsecuente. Algu­nas veces, los conflictos importantes incapaci­tan a los distritos para producir el cambio real; en este sentido, antes de que se pueda dirigir la energía a la implementación, se tienen que re­solver ciertas decisiones sobre la adopción. En situaciones donde la junta escolar y el distrito están trabajando juntos activamente, se pueden lograr mejoras sustanciales, en comparación con las juntas conflictivas o que no participan (LaRocque y Coleman, 1989b).

Cualquiera que sea el caso, como lo afirma Miles (1987), atender a la estabilización  política en relación con la comunidad es una de las principales tareas de la planeación  y la puesta en marcha de programas nuevos. Cuando se consideran o se introducen innovaciones, los distritos suelen ignorar a la comunidad y/o a la junta escolar (véanse Gold y Miles, 1981; Smith y Keith, 1971). Asimismo, se cuenta con evidencia de que los distritos rurales no solo tienen menos acce­so a las innovaciones (House, 1974), sino que con frecuencia están demasiado distantes, geo­gráficamente hablando, de los recursos de asis­tencia que se necesitan durante la implementa­ción (Bass y Berman, 1979, 1981; Rosenblum y Louis, 1979).

En resumen, el papel de las comunidades y de las juntas escolares es muy variable, y cubre un rango que va desde la apatía hasta la partici­pación activa - variando esta última desde un carácter conflictivo hasta las modalidades coo­perativas, dependiendo de las condiciones.

El director. Cuando pasemos del nivel dis­trital at escolar, se volverá evidente el significa­do de la frase "la escuela es la unidad o centro del cambio" (Goodlad, 1975; Sirotnik, 1987). Son los directores y los maestros los principales agentes (o bloqueadores) del cambio. Toda la investigación profunda sobre la inno­vación y eficiencia de la escuela, muestra que el director influye notoriamente en la probabili­dad del cambio, pero indica también que la ma­yoría de los directores no representan papeles importantes en la instrucción o liderazgo para el cambio. Berman y McLaughlin (1977) encon­traron que “los proyectos que tienen el apoyo activo del director eran los que tenían más pro­babilidades de éxito" (p. 124). Las acciones del director sirven para jus­tificar si debe tomarse seriamente un cambio (lo cual no es el caso en todos) y para apoyar a los maestros psicológicamente y con recursos. Berman, McLaughlin y colaboradores (1979, p. 128) observan que, uno de los mejores indicadores de la participación activa es que el director asista a las sesiones de los talleres de entrenamiento. Si recordamos las dimensiones más tempranas del cambio (convicciones, con­ducta en la enseñanza, materiales del currícu­lo), podríamos  especular que, a menos que el director obtenga cierto entendimiento de las tres dimensiones (no necesariamente como experto o líder en la instrucción), él o ella no tendrá la capacidad para entender las inquietu­des de los maestros; es decir, no podrá propor­cionar el apoyo para la implementación. Ese entendimiento requiere interacción.

Es abundante la evidencia que describe cómo y por qué es necesario el director para una implementación eficaz. El director es la persona más indicada para configurar las condiciones de organiza­ción, necesarias para el éxito, como la elaboración de objetivos compartidos, estruc­turas y climas de trabajo en colaboración y pro­cedimientos para supervisar los resultados.

Si bien, el director puede causar un impacto importante en la implementación, también  hay considerable investigación que indica que es frecuente que, de hecho, no represente un pa­pel activo. Berman y McLaughlin (1978a, p. 131), informan que una tercera parte de los maestros pensaban que el director funcionaba principalmente como administrador. Los maestros calificaron a los directores como ineficaces e indiferentes at cambio. En el otro extremo de la escala, Leithwood y Montgomery (1986) esti­man que sólo uno de cada 10 directores solu­cionaba sistemáticamente los problemas - la más alta de cuatro categorías en su perfil de director.

El mundo subjetivo de los directores propicia que muchos de ellos sufran del mismo proble­ma en "la implementación de un nuevo papel como facilitador del cambio" que afecta a los maestros, en la implementación de nuevos ro­les de enseñanza, lo que el director debe hacer específicamente para manejar el cambio a nivel de la escuela es un asunto complejo para cuyo manejo tiene poca preparación. Los problemas psicológicos  y sociológicos del cambio que confronta el director son, por lo menos, tan grandes como los que encaran los maestros. Sin esta simpatía sociológica, muchos directo­res se sentirán exactamente como los maestros, parece que las demás personas no entienden los problemas que enfrentan.

El papel de los maestros. Tanto las carac­terísticas individuales del maestro, como los elementos colectivos o colegiales, representan papeles en la determinación de la implemen­tación. A nivel individual, Huberman (1988), Hopkins (1990) McKibbin y Joyce (1980) y otros, han observado que el estado psicológico de un maestro puede predisponerlo más o menos hacia la consideración de las mejoras y la actuación consiguiente. Algunos maestros, dependiendo de su personalidad e influidos por sus experiencias previas y etapa de su carrera, están más actualizados y tienen un sentido mayor de eficacia, lo que los conduce a realizar acciones y persistir en el esfuerzo que se requie­re para producir una implementación exitosa.

El estado psicológico puede ser un rasgo per­manente o cambiable, dependiendo del indivi­duo y de las condiciones. Varios investigadores han encontrado que algunas escuelas tienen una proporción mucho más alta de maestros proclives al cambio, que otras (Little, 1982; Rosenholtz, 1989). Esta predisposición se basa, sin duda, en una elección, pero parece que tam­bién se da el caso de que la cultura o el clima de la escuela configuren el estado psicológico de un individuo para bien o para mal.

En último análisis, lo que cuenta son las acciones del individuo. Puesto que la interacción con otros influye en lo que uno hace, las relaciones con otros maestros son una variable crítica; la teoría del cambio que hemos estado elaborando señala  claramente la importancia de las relaciones entre compañeros en la escue­la. El cambio implica aprender a hacer algo nuevo y la interacción es la principal base para el aprendizaje social. Los nuevos significados, los nuevos comportamientos, las nuevas aptitu­des y las convicciones nuevas dependen, en un grado importante, de si los maestros están tra­bajando como individuos aislados (Goodlad, 1984; Lortie, 1975; Sarason, 1982) o están inter­cambiando ideas, apoyo, y sentimientos positi­vos acerca de su trabajo (Little, 1982; Mortimo­re y cols., 1988; Rosenholtz, 1989). La calidad de las relaciones de trabajo entre los maestros, está acentuadamente relacionada con la imple­mentación. El compañerismo, la comunicación abierta, la confianza, el apoyo y la ayuda, el aprendizaje en el empleo, la obtención de re­sultados y el bienestar, la satisfacción con el tra­bajo y la moral están estrechamente interrela­cionados. Existe una enorme diferencia entre las escuelas de "aprendizaje empobrecido" y de "aprendizaje enriquecido" que describe Rosen­holtz (1989). Sólo 13 de las 78 escuelas de la muestra de Rosenholtz, se clasificaron como de "aprendizaje enriquecido", pero proporcio­nan modelos convincentes de ambientes labo­rales que estimulan las mejoras continuas.

Este análisis de los elementos a nivel escolar, se puede resumir con gran exactitud recurriendo a las palabras de Judith Little (1981), basadas en su estudio de las prácticas de traba seis escuelas urbanas. Las mejoras en las escuelas se logran con mayor seguridad y minuciosidad cuando: los maestros toman parte en conversaciones frecuentes, continuas y cada vez más concretas y precisas acerca de la práctica de la enseñanza (como las diferencias en las características y errores del maestro, la vida social de los maestros, las debilidades y deficiencias de los estu­diantes y sus familias, y las desafortunadas de­mandas que hace la sociedad a la escuela). Con esas conversaciones, los maestros elaboran un lenguaje compartido, adecuado para la compleji­dad de la enseñanza, con la facultad para distin­guir cada práctica y sus virtudes.

Los maestros y administradores con frecuen­cia se observan mutuamente en la enseñanza y se proporcionan unos a otros evaluaciones útiles (si bien potencialmente alarmantes) de su de­sempeño. Sólo esa observación y retroalimenta­ción pueden proporcionar referencias comparti­das para el lenguaje compartido de la enseñanza y ambos exigen y proporcionan la precisión y concreción que hacen útil a la conversación so­bre la enseñanza.

Los maestros y administradores planean, diseñan, investigan, evalúan y preparan juntos los materiales para la enseñanza. Sin la maquinaria para ponerlas en funcionamiento, las observacio­nes más auspiciosas se quedan en el terreno académico ("sólo teoría"). Con el trabajo conjunto en los materiales, los maestros y administradores comparten la considerable carga de avance que requiere la mejora a largo plazo, confirman la comprensión emergente de sus planteamientos y elevan los estándares para su trabajo, volviéndolos alcanzables para ellos y sus estudiantes.

Los maestros y administradores se enseñan mutuamente la práctica de la enseñanza  (pp. 12-13). Sólo dos de las seis escuelas en el estudio de Little, mostraron un porcentaje muy alto de es­tas prácticas, pero sería difícil encontrar otra forma más efectiva que el pasaje citado para representar un panorama más convincente de las condiciones ideales para que los maestros y administradores individuales encuentren el sig­nificado.
¿POR QUÉ FRACASA LA MAYOR PARTE DEL DESARROLLO PROFESIONAL?

En una revisión de la educación en-servicio que abarca a las de 10 años, resumo las razones para el fracaso:

1.        Los talleres aislados están muy generali­zados, pero son ineficientes.
2.        Es frecuente que los temas sean elegidos por personas que no son aquéllas a las que va dirigida la educación en-servicio.
3.        El apoyo del seguimiento para ideas y prácticas introducidas en los programas en-ser­vicio sólo se da en una minoría muy pequeña de los casos.
4.        Las evaluaciones del seguimiento ocurren con muy poca frecuencia.
5.        Los programas en-servicio rara vez se ocu­pan de las necesidades e inquietudes perso­nales.
6.        La mayoría de los programas incluyen a maestros de muchas escuelas y/o distritos esco­lares diferentes, pero no se reconoce el impac­to diferencial de factores positivos y negativos en el sistema al que deben regresar.
7.        Hay una profunda falta de bases concep­tuales en la planeación e implementación de programas en-servicio que asegurarían su efec­tividad (Fullan, 1979, p. 3).

Podemos tomar los cursos de extensión uni­versitaria y de capacitación del personal de los distritos escolares como ejemplos. El curso de extensión de educación universitaria es una for­ma común de educación en-servicio para los maestros individuales que buscan un grado más alto, grados de maestría, re-certificación y otros. Muchos de los cursos son motivo de la crítica acostumbrada: son demasiado teóricos o poco prácticos. Pero incluso en los casos en que el curso es estimulante y contiene muchas ideas valiosas, es difícil usarlo. Si el individuo intenta poner en práctica las ideas cuando se encuentra con problemas, no cuenta con una fuente conveniente de ayuda o participación y es difícil ser un innovador solitario.

La capacitación del personal, dirigida por el distrito escolar, es una de las formas más exten­sas y potencialmente más eficaces de capacita­ción del personal, pero representa otro ejemplo de oportunidades frecuentemente perdidas. Basado en su estudio de cuatro proyectos urbanos de mejora. Pink (1989), encontró 12 factores que actuaban come barreras para una capacita­ción efectiva:

1.        Una teoría inadecuada de la implementa­ción, lo que resulta en que los maestros y los líderes de la escuela cuentan con muy poco tiempo para planear y aprender nuevas aptitu­des y prácticas.
2.        Las tendencias del distrito hacia modas pasajeras y soluciones instantáneas.
3.        La falta de apoyo y seguimiento sosteni­dos de la oficina central.
4.        La escasez de financiamiento para el pro­yecto o el intento de hacer demasiado con muy poco apoyo.
5.        Los intentos de manejar los proyectos desde la oficina central en vez de fomentar el lide­razgo y la capacidad de la escuela.
6.        Falta de asistencia técnica y otras formas de capacitación intensiva del personal.
7.        Falta de percepción acerca de las limita­ciones del maestro y del conocimiento del ad­ministrador de la escuela acerca de como im­plementar el proyecto.
8.        La rotación de maestros en cada escuela.
9.        Demasiadas demandas competitivas o so­brecarga.
10.     La omisión de abordar la incompatibilidad entre los requerimientos del proyecto y las políticas y la estructura existentes en la organización.
11.     La ineptitud para comprender y tomar en cuenta las diferencias específicas entre es­cuelas.
12.     El fracaso para aclarar y negociar las re­laciones y asociaciones de rol en las que inter­vienen el distrito y la universidad loca (pp. 21-22).

Todo esto suena bastante deprimente, pero es la norma. Más adelante volveré a una des­cripción de ejemplos exitosos, pero debemos darnos cuenta del esfuerzo que se requerirá para superar los obstáculos preestablecidos que caracterizan al actual sistema (véase Walla­ce, LeMahieu y Bickel, 1990, para un excelente ejemplo que demuestra que si puede lograrse).

El amplio estudio de Little (1989) acerca de la capacitación de personal en California, pro­dujo un número de descubrimientos que indi­can que es lento el progreso hacia la capacita­ción efectiva del personal. La autora y sus co­legas encontraron menos casos de actividades aisladas y de corto plaza, de las que hablan anti­cipado (de todas las horas de los participantes, solo 19% se dedicó a sesiones de una oca­sión de seis horas o menos). Sin embargo, tam­bién encontraron pocos ejemplos de seguimien­to serio; y en los casos en que ocurrió, era raro que los maestros se observaran mutuamente. Solo ocho de los 30 distritos estudiados, se ocu­paron de una evaluación sistemática del progra­ma. La mayor parte de la capacitación del per­sonal no estaba vinculada con otros esfuerzos que estaban en curso en la escuela para la mejo­ra del currículo y del programa. La mayoría de los distritos proporcionaba "un extenso menú de talleres a corto plazo". La capacitación pro­fesional, observa Little, se puede describir me­jor como "servicio de entrega".

Se expresa con: a) un rango de actividad de­terminada mayormente por un mercado de pro­gramas en paquete, y encargados de la presenta­ción especialmente capacitados; b) uniformidad y estandarización del contenido, con una inclinación hacia el entrenamiento en aptitudes y c) intensidad relativamente baja en relación con el tiempo y la participación de los maestros y los logros idóneos para las características específi­cas del salón de ciases (p. 173). Más aún, la capacitación del personal perma­nece mayormente desconectada de otras políticas relativas al personal (selección de maestros, decisiones sobre tenencia, evaluación, promo­ción), de la elaboración y de la evaluación del programa" (p. 177).

¿Por qué el maestro debe esforzarse por un mayor desarrollo profesional? Presumiblemen­te, el maestro se ve atraído por la idea de que el desarrollo profesional aumentará sus conoci­mientos y aptitudes, contribuirá a la evolución e intensificará el aprendizaje del alumno. Pero, ¿cuáles son los costos? ¿El desarrollo profesio­nal hará que el trabajo sea más fácil o más difícil? La retorica de la innovación subestima, si no es que ignora totalmente, los costos reales de intentar algo nuevo. Consideremos unos cuan­tos. En el inicio especialmente, la innovación implica un duro trabajo. Requiere tiempo y energía extras, incluso cuando se concede tiem­po libre. Puede ser un agregado importante a la carga normal del trabajo. En cuanto al aumento de competencia en el empleo - otro incentivo­ es más probable que disminuya nuestra competencia durante los primeros intentos por probar algo nuevo. Tendemos a volver a las formas conocidas de hacer las cosas o a practicar los nuevos sistemas en privado para no exhibir nues­tra incompetencia ante los compañeros y los su­pervisores; lo cual es exactamente lo contrario a lo que se necesita - intercambio entre compañeros y otros, acerca de los problemas naturales de aprender nuevas aptitudes-. Todo ello se complica con la posibilidad de que el cambio particular no se ponga en vigor necesariamente, o sea el más inadecuado para la situación.

En pocas palabras, el desarrollo profesional, una de las rutas más prometedoras y poderosas para progresar en el empleo, para combatir el tedio y la enajenación, para la mejora de la es­cuela, y para la propia satisfacción, se ha gana­do una mala reputación. Sin embargo, a pesar de las tristes experiencias (y posiblemente debido a unas cuantas experiencias nuevas), toda­vía parece que se tiene fe en su potencial, pro­bablemente porque se tiene un obvio buen sen­tido intuitivo. El motivo por el cual no funciona la mayoría de las experiencias de la capacitación del per­sonal, consiste en que no incorporan las carac­terísticas  de los procesos del cambio efectivo. Lo fundamental es el cambio, el desarrollo, la mejora. La capacitación profesional y del per­sonal es cambio - en aprender materiales, en aptitudes y prácticas, en el pensamiento y la comprensión. No hay una sola estrate­gia que pueda contribuir más al significado y la mejora, que el desarrollo profesional continuo. La capacitación  exitosa del personal, al igual que el cambio exitoso, requiere de una gran apti­tud, refinamiento y persistencia de los esfuerzos. Como lo establecen Loucks-Horsley, Harding, Arbuckle, Murray, Dubea y Williams (1987):

La evolución del maestro es un proceso com­plejo cuyo éxito depende de un contexto favora­ble para aprender, y actividades prácticas, atracti­vas. La disponibilidad de recursos, condiciones flexibles de trabajo, el apoyo y reconocimiento pueden representar una diferencia en el de­seo de los maestros de refinar su práctica. De modo similar, las experiencias de capacitación de personal que producen compañerismo, cola­boración, descubrimiento y solución real de problemas de enseñanza invocan la fortaleza del personal, en vez de desafiarlos a estar a la altura de los estándares de otro. El elemento central para la capacitación del personal es el individuo, trabajando con otros, tratando de ha­cer el mejor trabajo posible en la educación de los niños. Cuando la capacitación del personal subra­ya una idea o un enfoque sin considerar a la perso­na que la pondrá en práctica, se debilitan el diseño y los resultados.

Capacitación exitosa del personal

Yo contemplo la capacitación del personal en dos formas diferentes pero complementarias: primera, se puede ver como (y es) una po­derosa estrategia para poner en práctica mejo­ras específicas; segunda, para la efectividad a largo plazo, se debe ver como parte integral del desarrollo de las escuelas en tanto lugares de trabajo cooperativos. La capacitación del per­sonal es, entonces, tanto una estrategia para un cambio específico en la instrucción, como una estrategia para un cambio básico en la orga­nización, en la forma en que los maestros traba­jan y aprenden juntos (Fullan, 1990). Esta dis­tinción se volverá más clara conforme vaya­mos produciendo una comprensión de lo que constituye un desarrollo profesional efectivo.

Caso uno: desarrollo del personal y mejo­ra de las prácticas de lectura. En varios escenarios, usando diferentes diseños, Stallings (1989) y colaboradores se propusieron mejorar la enseñanza y el desempeño del estudiante, rela­cionados con prácticas de lectura en escuelas secundarias. Stallings identificó los resultados de la investigación sobre prácticas efecti­vas de lectura (es decir, la innovación); así como la investigación de factores críticos rela­cionados con un desarrollo efectivo del perso­nal. En relación con lo último, Stallings (1989) advierte que es más probable que los maestros cambien su conducta y continúen usando ideas nuevas bajo las siguientes condiciones:

1.    Se dan cuenta de la necesidad de mejorar por media del análisis de su propio perfil de observación.
2.    Hacen por escrito el compromiso de probar nuevas ideas en su salón de clases al día siguiente.
3.    Modifican las ideas del taller para que fun­cionen en el aula y la escuela.
4.    Prueban las nuevas ideas y evalúan su efecto.
5.    Se observan mutuamente en sus salones de clases y analizan sus propios datos.
6.    Informan a su grupo sobre sus éxitos o fra­casos.
7.    Conversan sobre los problemas y solucio­nes con respecto a estudiantes individua­les y/o materias de enseñanza.
8.    Necesitan una extensa variedad de plan­teamientos; modelado, simulaciones, observación, crítica de cintas de video, asistencia a las juntas profesionales.
9.    Aprenden, a su propio modo, a establecer nuevos objetivos para la evolución profesional (pp. 3-4).

Las piedras angulares del modelo, según Sta­llings, son:
1.    Aprender haciendo – probar, evaluar, modificar, probar de nuevo.
2.    Vincular el conocimiento previo con la nueva información.
3.    Aprender reflexionando y resolviendo problemas.
4.    Aprender en un ambiente de apoyo – problemas y éxitos compartidos (p. 4).

Con el transcurso de los años, Stallings pudo comparar los efectos de tres diferentes diseños de capacitación. La pregunta era ¿cuál sería el efecto en las calificaciones en lectura de los estudiantes de secundaria?

1.    Si sólo se capacitara a los maestros de lectura y se examinara a los alumnos.
2.    Si se capacitara a todos los maestros de artes del lenguaje y lectura – y de ahí, se alcanzara a todos los estudiantes – y se examinara a todos los alumnos.
3.    Si se capacitara a todos los maestros de un distrito, durante un período de tres años (p. 12).


[1] Véase Fullman y Park (1981, p. 6). Crandall y cols. (1982) y Hall y Hord (1987), para análisis más elaborados de la noción de dimensiones diferentes en la implementación. Werner (1980), analiza el papel de las convicciones en la implementación. Es posible añadir otras dimensiones, pero las tres que se mencionan aquí son esenciales (p. 38).
[2] Para un momento de las dos diferentes perspectivas de la implementación, que elabora los temas anteriores y contiene otras ideas sobre lo que es un tema muy complejo, véanse Berman (1980), Farrar y colaboradores (1979). Majone y Wildavsky (1978) y Fullan y Pomfret (1977). S incurriéramos en un debate más minucioso, hay algunos argumentos para distinguir entre adaptación y evolución. 
[3] Nombres con que se conocen algunos programas de enseñanza que se pudieron en práctica en Estados Unidos de América (nota del traductor).
[4] Para un fascinante análisis, véase The History of the Idea of Progress, de Robert Nisbet (1980). El autor concluye que las sociedades se están deteriorando en vez de progresar.
[5] Del griego holos = totalidad. El holismo supone una visión integral e integradora; un esfuerzo de sorprender al todo en las partes y a las partes en el todo; relaciona e incluye lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, en una interdependencia mutua (nota del editor).